viernes, 8 de diciembre de 2006

Sobre héroes y tumbas



Siempre que voy a volver a Madrid, me da por visitar algún cementerio como el de Montmartre o Montparnasse para hacer los honores a los padres muertos de las patrias vivas de uno que no son otras que el cine, algunos libros y algunas mujeres que a base de no quererte te provocan querer exiliarte en París, que como todo el mundo sabe es la capital de la gente querida y desquerida, de la gente cansada, de los bohemios y los horteras existenciales como yo. Esta vez fui a ver la tumba del maestro Truffaut y no supe qué decirle y eso que estábamos solos él y yo pero las cosas son así y uno no siempre sabe hablarle a la gente que le da respeto a uno, y ahí están mis ojeras para que cada cual saque las conclusiones que le plazca sobre el grado de etilismo de la noche pasada, o, en su defecto, de mi voluntad por asumir los cánones de la patria vecina pues en París todo el mundo tiene ojeras y las mujeres lo encuentran muy sexy y no hay más que ver a Serge Gainsgbourg cuya tumba también visité, las ojeras que tenía y el éxito que tenía por doquier en temas de relación exitosa con el sexo opuesto que últimamente se opone a todo. Hablando de eso, dejé en la tumba de Cortázar una nota... véase..........


Con un papel mandándole saludos y abrazos de parte mía, de Alexis (que no paraba de tocar los cojones mandando mensajes desde Madrid) y de Alain que me iba a reprochar no hacerlo si se enteraba que iba a dejar una nota y no con su nombre también, y lo hice porque el chico está pasando etapas de crisis por haber perdido mujeres varias en el camino, compañeras de lecho malogradas y es que este chico es una máquina de perder mujeres más eficiente que yo. Luego fui al café Delmas en Place de la contrescarpe y todo fue maravilloso como siempre y las camareras del café Delmas deben ser encumbradas como ejemplo del género.

Y no se echa demasiado de menos Madrid desde aquí.

Y tampoco Barcelona

Sirva esto como crónica por hoy.

Siempre vuestro.

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